Tipos de Piel

Sensible

 

La piel sensible es impredecible. Es una condición de la piel que puede ocurrir en cualquier momento y que puede convertirse en enrojecimiento (eritrosis), rosácea, picazón u hormigueo. Las pieles secas son las más susceptibles a volverse sensibles. La piel sensible puede ocurrir en todo tipo de piel y, aunque la piel seca es la más propensa, puede también ocurrir en la piel grasa, debido a los tratamientos contra el acné que pueden debilitarla.

Lo que puede desencadenar la sensibilidad de la piel es el debilitamiento de las barreras protectoras. Se puede decir que la primera barrera es la que mantiene su hidratación, la que retiene el agua y la segunda que retiene los microorganismos, bacterias y hongos que forman el ecosistema natural de la superficie de la piel, que la protegen de las agresiones externas. Sin este equilibrio, la piel se vuelve frágil.

Una forma de evitar esta afección de la piel es usar excelentes humectantes, así como activos que ofrezcan una acción calmante y que nutran en profundidad.

Son los factores externos los que agravan la sensibilidad de la piel, como la contaminación ambiental (calor y frío excesivos, exposición al sol, contaminación…); alimentación (especias fuertes y bebidas alcohólicas); enfermedades de la piel (rosácea, dermatitis), así como alergias, además de intervenciones dermatológicas, que pueden ser tratamientos con ácidos o la reacción a ciertos ingredientes de esos productos.
El invierno y el embarazo pueden potenciar la sensibilidad de la piel. En la estación más fría hay una tendencia a disminuir el consumo de agua y en el embarazo los cambios hormonales pueden hacer que la piel sea más sensible.

La piel sensible es más común en personas de piel clara y aquellos que tienden a tener esta afección de la piel corren el riesgo de tener rosácea, una enfermedad crónica de la piel.